Esta semana se editó finalmente Darkfighter, lo nuevo de los Californianos Rival Sons y el resultado es cuanto menos exultante y revitalizador.

Porque cuando los Rival Sons ponen el pie en el acelerador del rock and roll bien al frente son una máquina que no defrauda.

 

En 8 canciones crudas y sin demasiados trucos nuevos, la banda logra lo que la mayoría de los artistas no consiguen con interminables canciones rebuscadas e imposibles de descifrar.

 

Acá no se trata de demostrar nada. Esto es goce rockero en su forma más esencial. Desde el arranque con el por momentos Zeppelineano Mirrors y el detonador Nobody Wants to Die que destila una onda incendiaria, ideal para bailar en algún reducto en donde el amor por el rock callejero aún perdure, el álbum promete.

 

Bird in the Hand resulta más que interesante porque engaña con un comienzo delicado para después convertirse en una marcha ganchera de ritmo marcado, apoyado en una base contundente y áspera. Bien podría haber sido una canción de la etapa más dura del final de los Beatles. Difícil quitártela de la cabeza.

 

Atención con Bright Light, uno de los temas más inspirados del disco, que baja un cambio y que sin llegar a ser una balada cuenta con una melodía y un coro relajado y fascinante. Solo de guitarra etéreo y mucho clima acústico. Un verdadero acierto.

 

Rapture, fue uno de los simples adelanto del álbum y por algo habrá sido. Un nuevo himno que se linkea a la perfección con Bright Light su predecesor. En esta canción el riff de guitarra es tan importante como las melodías en las que se mece el inspiradísimo Jay Buchanan.

 

Como era de esperar Guillotine llega para despabilarnos y ponernos a tiro del rock más afilado nuevamente. Fuerte pero a la vez volado, los Rival Sons juegan con el equilibrio entre la contención y el desenfreno en uno de los pasos más originales y estructuralmente desafiantes del álbum. A no perderse el dramático pasaje final con una guitarra desgarrada y decididamente desquiciada.

 

Horses Breath nos lleva cabalgando hacia el final que se acerca a buen ritmo en otro acierto de un trabajo sin puntos flojos y más arriesgado de lo que podíamos esperar, como queda definitivamente demostrado con Darkside, esa maravillosa obra que cierra el disco. Intrigante e inquietante la voz de Buchanan nos va llevando como un jinete docturno desesperado por domar la furia que se desata en los pasajes musicales. Un sube y baja majestuoso, refinado y que deja con ganas de más.

 

Un álbum genial de una banda que siempre es bueno volver a escuchar. Se animan a crecer y a cambiar motivados por la sutileza y el respeto a su propio legado. Y eso es bueno. Para qué alegarse brutalmente de aquello que comprobadamente ha dado buenos resultados? Los saltos al vacío son ejercicios con finales inciertos.