Hace muchos años, mientras hablaba con un gran amigo, le dije que ciertos músicos no deberían morir. Sin lugar a dudas semejante afirmación estaba motivada por el egoísmo y la profunda necesidad de seguir disfrutando de sus obras indefinidamente.

De ser posible hacer realidad ese deseo, Christine McVie pertenecería a mi Olimpo de Dioses inmortales junto Freddie Mercury, Bon Scott, Tom Petty, Glenn Frey solo por mencionar algunos.

 

Mi historia con Christine McVie, obviamente comenzó a través de Fleetwood Mac, cuando en el año 1980 los descubrí a través de un oscuro video en vivo de Dreams emitido en el legendario Musica Prohibida para Mayores.

 

Al otro día y sin saber muy bien lo que estaba haciendo, me compré un cassette recopilatorio de edición noruega en la estación Constitución y ni bien lo escuché, supe que había dado con algo especial.

 

A partir de ese momento mi fanatismo creció y se desarrolló en todas las direcciones. Uno a uno fui haciéndome de cada álbum de la banda y de cada incursión solista de cada uno de sus miembros.

 

Estaba claro que la alquimia entre Christine McVie, Lindsey Buckingham y Stevie Nicks era irremediablemente perfecta y que ese trío de compositores y vocalistas lograba elevar sus canciones a un nivel extraordinario.

 

Y si bien el drama entre Buckingham y Nicks se llevaba la mayor parte de la atención de la prensa y de un gran número de fanáticos, un paso más atrás y alejada de los reflectores, McVie construía algunas de las canciones más célebres de la historia del rock y el pop de las últimas 5 décadas.

 

Over My Head, You Make Loving Fun, Over and Over, Love in Store, Wish You Were Here, Little Lies, Everywhere, Don´t Stop y obviamente Songbird son sólo algunas de las canciones por las que otros artistas hubieran sido capaces de sacrificar un ojo de la cara. Con muchísimo menos algunos hasta son considerados «genios»…

 

Y si a esto le sumamos el tono y la textura de su voz, entonces ya todo parece ser parte de un milagro artístico inigualable. Más amable, suave y nítida que la de su compinche Nicks, la voz de McVie contenía la dosis justa entre dulzura y sufrimiento que sus canciones necesitaban para trascender definitivamente al nivel de clásicos.

 

Tuve la suerte de poder verla en vivo en el año 2015 en Houston, Texas, en la gira del regreso de la formación original que desde 1975 había resultado imparable: Mick Fleetwood, John McVie, Lindsey Buckingham, Stevie Nicks y Christine McVie. Una locura.

 

El final de aquel show estuvo todo sobre sus espaldas. Sentada frente a su piano de cola, rodeada de sus compañeros en silencio, Christine ofreció una versión de Songbird decididamente conmovedora. Esa noche lloré dos veces. Al final y al comienzo aquel show inolvidable, cuando arrancaron con esa declaración de unidad y fortaleza que es The Chain del álbum Rumours de 1977.

 

Hoy, uno de los eslabones de aquella cadena, ha cedido en forma definitiva.

 

Y como si esto fuera poco, la muerte de Christine McVie, también ha sellado la suerte de Fleetwood Mac para siempre.

 

Ya nada será igual.

 

El Astronauta del Rock 

 

 

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